El duque de Suintila, que, como general de Sisebuto, se había distinguido en las campañas contra los bizantinos, ocupa el trono, en circunstancias desconocidas, después del brevísimo reinado de Recaredo II. Luchó contra los vascones que infestaban la tarraconense, sometiéndoles, obligándoles a dar rehenes y construyendo con sus prestaciones y trabajos forzados la ciudad de Ologicus u Otogitis, que se ha identificado con la de Olite, en Navarra. Otro éxito militar resonante que obtuvo Suintila fue el de lograr la total evacuación de España por los bizantinos, después de haberles derrotado en una batalla, haciendo prisionero a uno de los patricios que los mandaba y haberse apoderado de otro por una estratagema prudentía suum fecit Isidoro, Historia Goth, 62.
El prestigio obtenido con estas victorias le permitió asociar al trono a su hijo Ricimer, preparando así su sucesión hereditaria. Isidoro termina en el año 630 una de las dos redacciones conservadas de su Historia de los Godos, con un caluroso elogio de Suintila, munificente para todos, largo para los pobres e indigentes, pronto a la misericordia, hasta el punto de que mereciera ser llamado no solo príncipe de los pueblos, sino, también, padre de los pobres. Pero en el año siguiente, un noble, Sisenando, compra con una riquísima bandeja de oro el apoyo del rey franco Dagoberto, y con la ayuda del ejército de este llega hasta Zaragoza y se proclama allí rey, sin que Suintila pudiese oponerle una resistencia eficaz.
En el concilio IV toledano, reunido en el año 633 y presidido por el propio Isidoro, el padre de los pobres se ha convertido en uno de los criminales que son privados a possessione rerum, quas de miserorum sumptibus hauserunt. De las actas de dicho concilio se deduce que pudo salvar la vida mediante una confesión de sus crímenes y una renuncia espontánea de la dignidad regia.