Rey de León (985 - 999), llamado así por padecer de gota, tuvo que soportar que, tras su victoria sobre Ramiro III, el ejército de Almanzor se quedara como fuerza de ocupación en territorio leonés, hasta que en 987, cansado de aguantar desmanes y tropelías, los expulsa violentamente. La respuesta de Almanzor no se hace esperar y devastó Coimbra. Siguió hacia el Norte y sitió y arrasó León, a pesar del enorme arrojo y esfuerzo que en su defensa hizo el Conde gallego Gonzalvo González. Posteriormente se dirigió hacia Zamora, donde estaba refugiado el Rey, que tuvo que huir hacia Lugo, y también la arrasó. En el 996 llegaba hasta Astorga y se apoderaba de la plaza. En el 997 saqueaba Santiago de Compostela y todos los territorios que encontró a su paso desde Viseu, lugar de partida de su ejército. Se llevó a Córdoba las campanas y las puertas de madera de la Basílica, aunque respetó el sepulcro del Apostol, pero la ciudad fue sometida al saqueo, lo que le llevó a conseguir un enorme botín. Bermudo II se vió obligado a pedir la paz, ya que tanta destrucción había hecho desaparecer toda su autoridad, de tal forma que los nobles llegaban incluso a apoderarse de sus tierras.
En el 999, agravada su dolencia de tal forma que ya no podía cabalgar y tenía que ser llevado por porteadores, moría en Villanueva, un pequeño pueblo del Bierzo, siendo enterrado en el Monasterio de Carracedo primero y en la Catedral de León después. Estuvo casado con Velasquita, hija de Ordoño IV, con la que tuvo a Cristina. Posteriormente se casó con Elvira, hija del Conde de Castilla García Fernández, con la que tuvo tres hijos: Alfonso V, Teresa y Sancha. De sus concubinas (que se creen que eran hermanas) tuvo también dos hijos bastardos, Elvira y Pelayo.