Rey de Oviedo (866-910). Era hijo de Ordoño I, y ya desde los catorce años gozaba de una prerrogativa para regir la tierra de Galicia, bajo la obediencia de su padre. Fue consagrado rey a los 18 años, el día de Pentecostés, 26 de mayo de 866. Al morir su padre, Alfonso se hallaba en Álava, lo que aprovechó Froila Bermúdez, conde de Galicia e hijo de Olemundo, para proclamarse rey de Galicia, buscando en Oviedo adeptos para ser rey también de Oviedo, aunque sus propios partidarios le asesinaron. Así don Alfonso fue recibido con entusiasmo y tomó posesión del trono, orientando los esfuerzos gallegos hacia la reconquista y repoblación de su reino, superando las fronteras occidentales el Miño, alcanzando Oporto en el 868, repoblándose las tierras comprendidas entre el Miño y el Duero. Estableció el río Mondego como frontera occidental, siendo Coimbra, Zamora y Toro las avanzadillas (en lugar de Tuy, Astorga y León). Venció las expediciones del emir Muhammad I contra las comarcas gallegas y castellanas, y a los caudillos árabes Almondhir, hijo del emir de Córdoba, Abderramán II, y Alcama quienes cercaron León infructuosamente. Lo mismo sucedió con el asedio de Zamora de 874 del califa de Córdoba, Mohamed Avenloque. Alfonso encontró sus mejores aliados en los cabecillas rebeldes al emirato cordobés: en el Este los Banu Qasi, en el Oeste Ibn Marwab, apodado «el hijo del gallego» y en la serranía andaluza el indómito Umar ben Hafsun. Gracias a su matrimonio con la princesa navarra Amelina, conocida con el nombre de Jimena, de la estirpe real de los godos, cuyo fruto fueron sus hijos García, Ordoño, Fruela y Gonzalo, arcediano de Oviedo. Tales apoyos le permitieron formar un poderoso ejército, alcanzando la Lusitania y llegando más allá del Duero.
Vivió numerosas conspiraciones en su reinado: sus hermanos Froilán, Odoario y Bermudo intentaron arrebatarle el trono. Tras distribuir su reino entre sus hijos, encargando a Ordoño Galicia; a Fruela, Oviedo y a su primogénito García, las vastas tierras foramontanas, Doña Jimena, esposa de Alfonso, persuadió a su hijo García para levantarse en armas contra su padre, lo que hizo que su padre le encerrase en el castillo de Gauzón. Los males, sin embargo, no terminaron aquí: García estaba casado con una hija del conde de Castilla, Munio Fernández, señor muy poderoso en riquezas y vasallos, y con la ayuda de la reina y de los hermanos del preso, hicieron la guerra durante dos años a don Alfonso.
Tras estos acontecimientos, el Magno se retiró a la villa asturiana de Boides, hoy Puelles, cerca de Valdediós, donde aún existe la famosa basílica de San Salvador, construida por don Alfonso. Finalmente falleció en Zamora el 20 de diciembre del 910, tras 48 años de reinado. Fue sepultado en Astorga y doña Jimena iría después con él, para ser ambos trasladados al Panteón de los Reyes en la catedral de Oviedo. A su muerte, García I traslada a León la corte, al ser un lugar con mayor importancia estratégica, dada la extensión del reino.
Destaca entre sus obras el engalanamiento de la Cruz de la Victoria, símbolo de roble enarbolada por Pelayo como pendón en Covadonga y recogida por Favila y guardada en Cangas, dedicada a la Santa Cruz. En el castillo de Gauzón fue cubierta de oro y piedras preciosas, así como con inscripciones latinas en cada brazo. La del brazo superior dice: Recibido sea este don con agrado, en honra de Dios, que hicieron el príncipe Alfonso y su mujer, Jimena. En el brazo derecho: Cualquiera que presumiese quitar estos nuestros dones, perezca por el rayo de Dios. En el izquierdo: Esta obra se acabó y se entregó a San Salvador, de la catedral de Oviedo. En el brazo inferior: Con esta señal es defendido el piadoso; con esta señal se vence al enemigo. Hízose en el castillo de Gauzón el año 42 de nuestro reinado, corriendo la era 946 (Año 908 de J. C.). En la actualidad se conserva esta valiosa e histórica cruz en la Cámara Santa de la catedral de Oviedo.