Rey de Oviedo (791-842), con quien se produce un profundo proceso de renacimiento interior en todos los órdenes. Hijo de Fruela, es llamado a reinar por los magnates palatinos y la reina Adosinda, a la muerte de su tío Silo I; pero fue desposeído del trono por un bastardo de Alfonso I, Mauregato, por lo que se vio obligado a refugiarse en tierras alavesas, de donde procedía su madre. Fue marginado del trono por los sucesos con su padre. Nacido probablemente en Oviedo, poblado unos años antes por el presbítero Máximo, se vería alejado durante largo tiempo del trono paterno. Cuando se hizo cargo del Reino, éste tenía la extensión actual de la provincia, con los límites vasconavarros y gallegos. Trasladó la corte a Oviedo, que había crecido rápidamente. Mientras, se había casado con doña Berta, viviendo castamente con ella. En el 791, tras renunciar Bermudo al trono, sucesor de Mauregato, es restituido en el trono, viéndose nuevamente alejado, aunque por muy escaso tiempo, a consecuencia de una revuelta palatina rápidamente sofocada por sus fieles, hacia los años 801 u 802.
Grabado figurativo de Alfonso II el Casto (siglo XVIII)Tras el saqueo de Oviedo a manos de Abd al-Malik en 794, Alfonso decide evitar riesgos y se alió a Carlomagno, con quien mantuvo contactos con resonancias a partir de la herejía adopcionista. Dadas las divisiones internas entre los árabes, en el 798 Alfonso decide emprender la ofensiva, llegando triunfante hasta Lisboa. Al-Hakam, emir cordobés, apuesta por frenarle con Abd al-Karim, cuando Alfonso estaba con su ejército en los confines de Castilla la Vieja, cerca de Miranda de Ebro. Tras tres días de enconada lucha, los cristianos se retiran por la superioridad enemiga, refugiándose en los desfiladeros del Pancorbo (816). Tras el saqueo de Álava por Abd al-Rahman II en el 822, Alfonso vence repetidas veces a los árabes en Galicia estableciéndose una tregua de doce años, aprovechada para reorganizar el régimen interior de los estados, engrandeciendo y fortaleciendo Alfonso la ciudad de Oviedo y, pensando en convertirla en el nuevo Toledo.
La iglesia dedicada al Salvador, fundada por Fruela, y casi destruida en los reinados anteriores, la restauró con amplitud, siendo consagrada en el año 802, con asistencia de siete obispos refugiados en Oviedo. Levantó la Iglesia de Santa María, hoy capilla del Rey Casto, edificó otra iglesia de San Miguel, San Julián de los Prados, a un estadio de la ciudad, proveyó de agua a Oviedo por medio de un acueducto cercano a San Lázaro, construyó el hospital de San Nicolás, una muralla, y un palacio. Los escritos teológicos del Beato de Liébana, algo anteriores a su reinado, son buena prueba del saber teológico de la época. Es también en época de Alfonso II cuando por primera vez se tiene constancia de las relaciones exteriores del reino de Oviedo, como la embajada con Carlomagno y Pío Ludovico, o la expedición a Lisboa del año 797.
Entre los logros mayores de su reinado figura la donación de la Cruz de los Ángeles para el templo del Salvador, con gran cantidad de oro y piedras preciosas, recogido en las incursiones contra los moros, que la leyenda atribuye a unos ángeles, aunque por su inspiración parece obra de orfebres bizantinos. En cada brazo de la reliquia hay una inscripción de oro que traducida del latín dice así: Este don permanezca en honra de Dios, siendo recibido agradablemente; ofrécelo el humilde siervo de Cristo Alfonso. Con esta señal el bueno es defendido; con esta señal es vencido el enemigo. Quien quiera que presumiere quitármelo, sea muerto con rayo del cielo, sino cuando mi libre voluntad lo ofrezca. Acabóse esta obra en la Era de ochocientos veintisiete.
Es el blasón de la Santa Iglesia Catedral de Oviedo y también constituye el escudo de dicha ciudad.
También se encontró en su reinado el cuerpo del apóstol Santiago, que supuestamente huyó hacia España, y estaba en Galicia enterrado, aunque su memoria se había perdido. El año 814 don Alfonso ordenó edificar una catedral en honor del santo, rumor que se propagó por todo el orbe cristiano, creciendo la devoción por el santo y viniendo de Francia, Italia y Alemania multitud de peregrinos.
A los ochenta y cinco años de edad, y cincuenta y dos años de reinado con grandezas y triunfos, Alfonso II falleció. Su muerte provocó dificultades en la sucesión al no haber dejado descendencia directa y haberse negado a que la descendencia indirecta reinase. El Conde Nepociano se autoproclamó rey, al tiempo que Ramiro era designado como sucesor legal. De la batalla entre ambos producida en el río Narcea, salió victorioso Ramiro I.
Se le considera artífice de la creación del Reino de Oviedo, por la reconstrucción de la ciudad que llevó a cabo y las nuevas edificaciones que construyó durante su reinado y que se recogen en su testamento del año 812. La convocatoria de concilios obispales por parte de Alfonso II sumado al hecho de que Oviedo fuese ciudad-refugio de varios obispos huídos, hizo que ya por estas fechas se conociese a Oviedo como ciudad de los Obispos.