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Alfonso VIII

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Rey de Castilla (?, 1155 - Gutierre-Muñoz, Ávila, 1214). Heredó el trono de su padre, Sancho III, con sólo tres años (en 1158); durante su minoría se enfrentaron por el poder las casas rivales de los Lara y los Castro, al tiempo que intervenían los dos tíos de Alfonso, aprovechando la debilidad del reino: Fernando II de León, quien intentó hacerse con el rey niño (1162), y Sancho VI de Navarra, que realizó algunas conquistas en La Rioja y la Bureba (hacia 1160). Emancipado desde 1169-70, Alfonso se enfrentó a ambos reinos: las hostilidades con León se reanudaron desde 1191, con una breve tregua entre 1197 y 1203, debida al casamiento del rey leonés con la primogénita de Alfonso, Berenguela (desbaratado por el papa al negar la dispensa por parentesco); las campañas para rectificar los límites con Navarra llevaron primero a un arbitraje de Enrique II de Inglaterra (1176) y después a la conquista castellana de Álava y Guipúzcoa (1200), obteniendo así acceso al Ducado de Gascuña, que teóricamente pertenecían a Alfonso como dote de su esposa Leonor de Plantagenet (pero que no consiguió controlar en sus dos intentos de 1204 y 1205). La alianza con Alfonso II de Aragón -puesta a prueba en los conflictos castellano-navarros- ayudó a Alfonso en varias empresas de la Reconquista, como la conquista de Cuenca (1177); ambos reinos pactaron el Tratado de Cazorla de 1179, que delimitaba las futuras zonas de reconquista.

En 1195, una ofensiva del sultán almohade derrotó a Alfonso en la batalla de Alarcos (1195) abriendo un periodo de correrías musulmanas por el valle del Tajo, que aprovecharon leoneses y navarros para recrudecer sus ataques contra territorio castellano. Tras detener estos ataques (Tregua de Guadalajara, 1207), Alfonso lanzó una primera ofensiva contra los musulmanes en Levante, de escaso resultado práctico (1209). La contraofensiva almohade, con la toma del castillo de Salvatierra (1211), impresionó a la Cristiandad, facilitando a Alfonso la organización de una nueva campaña, que el papa bendijo como cruzada, lo cual facilitó la unión de huestes aragonesas, navarras y francesas (aunque estas últimas se retirarían después de las primeras escaramuzas). La cruzada culminó en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212), victoria decisiva que hundió el Imperio Almohade y dejó abierto el valle del Guadalquivir para la reconquista castellana. Poco después moría Alfonso, dejando el trono a su hijo Enrique I.